Archivo de la etiqueta: frenetico

Roman Polanski

El inquilino de Este

Cualquier personaje, caricatura, dibujo o representación metafórica suele tener un anclaje en la realidad. La imaginación humana casi siempre necesita un punto de partida desde el cual echar a volar. Por eso es importante el cine, pero también la literatura en cualquiera de sus formas y el arte en general, porque ofrece a todo aquel dispuesto a levitar sobre el suelo la capacidad de alzarse sobre la cotidianeidad.

Nuestras vidas no son guiones de películas, ni tampoco de seriales. Más bien, se mueven entre la heterogeneidad de contenidos y la homogeneidad de la rutina diaria.

Sin embargo, hay vidas que al ser contadas están más cerca de ser un relato para la imaginación que una sucesión más o menos lógica de acontecimientos reales.

Este es el caso de la  particular circunstancia vital del director que nos ocupa, Roman Rajmund Polanski (Paris, 18 de agosto de 1933).

Nacido en el seno de una familia de ascendencia judía, Polanski emigró muy joven de Francia a Polonia, donde sus padres esperaban encontrar más seguridad para su familia tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En una especie de prólogo de lo que iba a ser su vida, la decisión no pudo ser más desgraciada. La Alemania del III Reich comenzó sus planes de invasión europea por Polonia y el joven Polanski  vio como su padre era recluido y perdió para siempre a su madre en un campo de concentración.

joven Polanski

El joven Polanski se convirtió en un valor en alza del cine europeo

Tras una infancia marcada por la pérdida y la dura postguerra, desde la adolescencia Roman se interesó por el arte de la representación. Después de unos años formándose como actor teatral cursó sus estudios en la Escuela de Cine de Lodz y así llegaron sus primeros cortometrajes rodados en Polonia.

La fama y el reconocimiento recogidos por estas primeras obras convirtieron a Polanski hacia el final de los 50 en la gran esperanza cinematográfica de un país arrasado por la guerra y mucho más preocupado por otras cuestiones que por las imágenes de la gran pantalla.

En 1961 el director franco-polaco dirige su primer largometraje El cuchillo en el agua, una obra que vista hoy resulta una especie de muestrario de los rasgos más característicos de su cine. Con una historia de sólo tres actores, un barco y muchísima tensión Polanski mostró al mundo del cine su gusto por los escenarios claustrofóbicos, personajes psicológicamente impenetrables y situaciones asfixiantes. La película funcionó bien a nivel europeo pero sobre todo sirvió como carta de presentación al otro lado del Atlántico donde fue nominada al Oscar como mejor película extranjera.

El reconocimiento internacional situó definitivamente la figura de Polanski entre los directores europeos emergentes de la época, y dos años más tarde viajó a Inglaterra para meterse de lleno en el que iba a ser su segundo largo, Repulsión. Una cinta por la que recibió su primer premio importante, el Oso de Plata en el festival de Berlín y que, junto a Cul de Sac (galardonada al año siguiente con el Oso de Oro en el mismo festival), representa lo más destacado de la primera época europea del director.

Con un estilo claramente reconocible y con la crítica internacional pendiente de sus pasos Polanski encaró los tres últimos años de la década de  los 60 sin saber que en ellos iba a ser capaz de vivir los mejores y también los peores momentos de su vida.

En un momento clave de su carrera a nivel personal y profesional el director rodó en el Reino Unido la que hoy es una de sus películas más recordadas, El Baile de los Vampiros (1968). La historia intentaba ser una parodia de las entonces muy populares películas de vampiros de la productora británica Hammer. No obstante, el agudo humor negro y sobre todo las hipnóticas localizaciones y banda sonora, terminaron por convertir la película en una de las más inquietantes a nivel visual de su filmografía.

El baile de los Vampiros, aunque en su día fue mutilada por la censura y ciertamente menospreciada por la crítica, vista hoy resulta una muestra de Polanski en estado puro. En ella el director es capaz de alternar  secuencias cómicas montadas a cámara rápida con escenas terroríficas de enorme tensión y belleza.

Polanski con Tate a finales de los 60

Polanski con Tate a finales de los 60

A nivel personal la película le sirvió para conocer a la actriz norteamericana Sharon Tate,  la que fue su segunda esposa (se casó por primera vez con la actriz Barbara Lass a la edad de 21 años), y cuya trágica muerte le marcó psicológicamente para siempre.

Tras su boda con la guapísima Tate en 1968, Roman emigró a Estados Unidos dispuesto a hacerse un hueco entre los grandes directores a nivel mundial. Así, inmerso en la lógica de los grandes estudios americanos, el director intentó llevar a cabo una película fiel a su estilo. Algo con lo que impresionar al público estadounidense y conmocionar a la crítica mundial desde la meca del cine. El resultado de este empeño fue  La Semilla del Diablo (estrenada en 1968 y cuyo título original fue Rosemary’s Baby).

La película no solamente fue un éxito rotundo con varias nominaciones al Oscar, sino que impactó de tal manera al público que hoy en día se puede entender como la precursora de cierto cine de terror psicológico y de temática ocultista.

En este momento Polanski de 35 años, esperaba su primer hijo de Sharon, su valía como director era incuestionable y los grandes estudios hacían lo imposible por tratar de contratar a ese director europeo de aspecto siniestro capaz de  conseguir que una chica tan angelical y “americana” como Mia Farrow aterrorizara al mundo en La Semilla del Diablo.

Sin embargo y por segunda vez en su vida, la pérdida y la desgracia se iban a cebar de golpe con el director franco-polaco. La madrugada del 9 de agosto de 1969, mientras Roman se encontraba en Londres por el rodaje de El día del delfín (obra que nunca llegó a acabar), varios miembros de la secta “La Familia” liderada espiritualmente por Charles Manson irrumpieron en la mansión que el director poseía en Los Ángeles y asesinaron brutalmente a su esposa embarazada de ocho meses y a varios amigos de la pareja.

Polanski supo de la noticia al día siguiente y acto seguido voló hacia Los Ángeles. Las imágenes de aquel momento muestran al director completamente abatido por un golpe que, según el mismo ha reconocido en su biografía “Polanski por Polanski” (1985), nunca ha llegado a superar.

Tras un periodo de inactividad de unos dos años, la entrada en los 70 vino marcada por el rodaje de las que si duda son sus dos películas menos conocidas: la producción británica Macbeth (1971) y la italiana ¿Qué? (1972), la cual no llegó a estrenarse en España por culpa de la censura.

Ya en 1974, Polanski regresó a Estados Unidos para rodar una de sus películas más reconocidas por la crítica y la que le valió el retorno a la cumbre cinematográfica. Se trata de Chinatown, un auténtico homenaje al cine negro americano con Jack Nicholson, Faye Dunaway y John Houston en el reparto. La cinta, que contiene un discurso claramente pesimista y la sórdida atmósfera habitual del cine de Polanski, llegó a conseguir hasta 11 nominaciones a los Oscar (de las cuales consiguió solo el premio al Mejor guión original). Además, Chinatown alumbró una de las frases más reconocibles hoy por hoy de la producción hollywoodiense de los 70: “Forget it Jake. It’s Chinatown” (frase a la que se ha hecho referencia en multitud de películas posteriores  y en series televisivas como Los Simpson o C.S.I entre otras).

Chinatown, 1974

Tras el éxito conseguido con Chinatown, el director se embarcó en un ambicioso proceso de producción que finalmente se vio obligado a abandonar por no encontrar financiación. Se trataba de Piratas, un proyecto para un film de aventuras que retomaría unos diez años más tarde.

Ofuscado por no ponerse de acuerdo con ninguna productora americana Roman viajó ese mismo año, 1975, a Francia donde firmó un contrato para filmar un nuevo thriller psicológico. Este rodaje estuvo marcado por la presión de las autoridades francesas para que el largometraje estuviera listo a tiempo para estrenarse en el festival de Cannes de 1976.

El resultado de esta situación fue El Quimérico Inquilino (Le Locataire), una película denostadísima por la crítica en su día (terminó fracasando estrepitosamente en Cannes) pero que con el paso del tiempo se ha convertido en un auténtico punto de referencia en la filmografía de Polanski. La historia, narra las vivencias de un joven inquilino (interpretado por él mismo) que trata de llevarse bien con sus nuevos vecinos en un edificio de Paris.

El quimérico inquilino, la comunidad de vecinos más inquitante de la história del cine

El quimérico inquilino, la comunidad de vecinos más inquitante de la história del cine

El humor negro, las situaciones paranoicas, la tensión y de una manera muy especial el ritmo por medio del cual la película se va convirtiendo en una asfixiante locura, le han válido a El Quimérico Inquilino para ser hoy una de las películas más valoradas por los aficionados al cine de este director. Personalmente, creo que en ninguna cinta como en esta se puede “sentir” la capacidad de este genio para crear atmósferas claustrofóbicas. Tanto la puesta en escena (con marionetas, momias y patios de luces), como la fotografía y el guión (firmado por el propio Polanski con la ayuda de Gérard Brach), se conjugan a la perfección para dar lugar a algunas de las secuencias más interesantes rodadas hasta la fecha por este cineasta.

Tras el fracaso parcial de su última producción, viajó de nuevo a Estados Unidos con la idea de tomarse cierto tiempo para llevar a cabo un proyecto con el que igualar los éxitos de Chinatown y La semilla de Diablo. Sin embargo, un nuevo giro narrativo en el retorcido guión de su propia vida hizo que el director se viera envuelto en uno de los mayores escándalos del Hollywood más o menos reciente.

En 1977 la revista Vogue encargó a Polanski  una serie de fotos de chicas jóvenes para ser publicadas en la revista. En este contexto, una de las chicas fotografiadas, Samantha Gailey de tan sólo 13 años de edad presentó cargos contra el cineasta por abuso sexual.

Según declaró la joven, Polanski la llevó hasta la casa de Jack Nicholson, ausente en aquel momento, con la intención de realizar una sesión fotográfica en el jacuzzi. Después de haber tomado algunas instantáneas la chica aseguró que el director le dio champán y drogas y que más tarde la violó.

Imagen tomada durante el proceso del "caso Polanski"

Imagen tomada durante el proceso del "caso Polanski"

Roman Polanski terminó siendo acusado de violación, perversión y sodomía, administración de drogas a una menor y mantenimiento de una relación sexual ilícita.

Su vida se vio entonces prácticamente anulada por un proceso judicial muy largo y complicado, y por la presión de la prensa norteamericana que pidió abiertamente una condena ejemplar para el director.

Versiones sobre este hecho hay tantas como interpretaciones psicológicas se podrían hacer de cualquiera de las películas de Polanski. Lo cierto es que tras llegar a un acuerdo con el fiscal del Estado y la acusación particular, el cineasta se declaró culpable del menor de los delitos que se le imputaba, mantenimiento de una relación sexual ilícita con una menor, por lo que fue condenado a 90 días de reclusión (bajo concepto de “proceso de evaluación psicológica del acusado”).

El nombre de Samantha Gailey quedaría unido para siempre al de Polanski

El nombre de Samantha Gailey quedaría unido para siempre al de Polanski

Cuando sólo había cumplido 42 días de condena, fue puesto en libertad por las autoridades de la prisión donde se encontraba y en vista de que su proceso se iba a seguir alargando en el tiempo (el juez se mostraba dispuesto a que cumpliera la condena de forma integra) decidió coger un avión el 1 de Febrero de 1978 para refugiarse en Francia y no volver a Estados Unidos jamás.

Los tratados internacionales entre USA y Francia contemplan que el país galo se reserve el derecho de deportar o no a los ciudadanos franceses reclamados por la justicia más allá de sus fronteras. Un hecho que le ha valido ha Polanski para esquivar un caso judicial que lo reclama desde hace más de 30 años.

El Inquilino del oeste

En el terreno profesional, la huída de la justicia americana sirvió a Roman Polanski para dar continuidad tras El quimérico inquilino, a su segunda etapa europea como director. Así en 1980 se estrenó Tess , una película basada en una novela de Thomas Hardy, que Sharon Tate regalo al director días antes de ser asesinada.

La película fue un éxito rotundo en su estreno y paradójicamente hizo que Roman volviera a triunfar en Estados Unidos donde, esta historia sobre una joven campesina (interpretada por Nastassja Kinski) obtuvo tres Oscars.

Nastassja Kinski en Tess

Nastassja Kinski en Tess

El éxito (que en cierta medida desvió la atención de sus problemas con la justicia) dio paso al periodo sabático más largo hasta la fecha en la carrera de este creador.

Tras unos nueve años alejado de los rodajes, Polanski volvió a retomar su proyecto Piratas, filme que finalmente se estrenó en 1986 y que supuso el mayor fracaso comercial de toda su carrera.

Con 53 años de edad y habiéndose creado un personaje de si mismo a la altura de los que aparecen en sus guiones, Polanski sintió como parte de la crítica que hasta el momento le había respaldado comenzaba a cuestionar su capacidad para mantener su trabajo a la altura de sus primeras obras.

No obstante, en 1989 volvió a las salas con Frenetico, un thriller rodado mayoritariamente en Paris y para el que contó con la presencia de Harrison Ford (un autentico reclamo para el público estadounidense del momento). La película funcionó ciertamente bien en taquilla y sirvió para que el director estableciera relaciones con la que hoy es madre de sus dos hijos, la actriz francesa Emmanuelle Seigner.

De este modo, el director entró en la fase que quizás resulte más comercial de toda su carrera: la década de los 90. En este periodo películas como Lunas de hiel (1992), o sobre todo La Muerte y la doncella (1994), demostraron a la crítica más negativa de cara a Polanski la permanencia de su talento como cineasta sin embargo, nunca llegaron a alcanzar los niveles de “autoría y singularidad” de sus obras de los 60 y 70.

Lunas de hiel,1992

Como punto final a esta década algo irregular en su filmografía, el director rodó La novena puerta (1999), una película basada en una novela del español Arturo Pérez Reverte (El club Dumas) y que contó con Johhny Depp como actor principal. El éxito comercial de esta cinta se combinó con el fracaso estrepitoso de cara a la crítica cinematográfica, que casi con unanimidad considera esta historia de tintes satánicos la peor obra con diferencia de las rodadas hasta ahora por el director parisino.

Con el nuevo milenio llegó de nuevo el éxito con mayúsculas. En 2002 se estrenó en salas El Pianista el último gran éxito por ahora de Roman Polanski y película por la que consiguió el Oscar al mejor director entre otros premios importantes como la Palma de Oro en el festival de Cannes.

La cinta contaba de manera magistral las vivencias de Wladyslaw Szpilman, un pianista polaco de origen judío superviviente de la Segunda Guerra Mundial. Aunque es considerada por muchos como su obra más “convencional” El Pianista, terminó resultando toda una reivindicación del “cine comercial y de calidad” europeo de la mano de uno de sus directores más reconocibles y reconocidos.

Adrian Brody interpreta a Szpilman en El pianista

Adrian Brody interpreta a Szpilman en El pianista

Una vez más, tras el éxito internacional de esta película el recorrido tanto personal como profesional de Polanski volvió a atravesar por momentos difíciles.

Con una clara predilección por rodar cintas de gran presupuesto, tras El Pianista rodó Oliver Twist (2005) de presupuesto elevadísimo y con resultados en taquilla bastante discretos.

Siguiendo la estela de las grandes producciones, en 2007 el director se comprometió para el rodaje de la que iba a ser la película más cara en la historia del cine europeo, Pompeya, un proyecto que sería llevado a cabo en los estudios Cuidad de la Luz en Alicante.

Meses después de embarcarse en esta aventura en septiembre de 2007 el director abandonó el rodaje por cuestiones que no terminan de estar del todo claras.

En 2009 y como último trabajo hasta la fecha, el director comenzó en Alemania el rodaje de The Ghost. Una película en la que él mismo escribe el guión basándose en una novela del británico Robert Harris (El poder en la sombra). Poco se sabe de esta película más allá de su reparto en el cual destacan actores como Ewan McGregor, Pierce Brosnan o Jim Belushi.

Con un estreno previsto para febrero de 2010, el futuro de esta película y el del propio Polanski entró en terreno incierto cuando éste fue detenido de manera sorprendente el pasado 26 de septiembre en Suiza, país al que el director había sido invitado para recibir un premio honorífico en el Festival de Cine de Zurich.

Las razones de su detención son la orden de busca y captura que desde la otra orilla del Atlántico de cierne sobre él desde hace treinta años,  y las condiciones de los tratados internacionales entre EE.UU. y Suiza que esta vez no amparan los intereses del cineasta.

En los últimos días, Roman Polanski ha estado recluido en un centro penitenciario suizo de donde sólo se le ha permitido salir por cuestiones de salud.

Desde el momento de su detención numerosas personalidades del mundo del cine han alzado su voz a favor del director franco-polaco de 76 años de edad. Sin embargo, otras voces (entre ellas también la de algún profesional de la gran pantalla) han pedido que la justicia actúe libremente sobre Polanski por encima de su status o condición profesional.

Actualmente Polanski se encuentra a la espera de ser deportado a EE.UU. De momento la libertad condicional le ha sido denegada debido al "alto riesgo de fuga".

Actualmente Polanski se encuentra a la espera de ser deportado a EE.UU. De momento la libertad condicional le ha sido denegada debido al "alto riesgo de fuga".

Personalmente, considero que cualquier persona culpable de cometer los delitos de los que se acusa a Polanski debería terminar respondiendo ante la justicia. Aunque lo cierto es que, de la misma forma que creo que si se tratara de un proceso judicial abierto contra una persona menos conocida ningún personaje famoso se hubiera molestado en implicarse, también pienso que si así fuera, el juez del caso (quien terminó siendo acusado de farsa por el propio fiscal del caso además de la acusada) y la prensa norteamericana tampoco hubieran mostrado tan descaradamente su afán de protagonismo.

Más allá de lo personal, lo cierto es que Roman Polanski (nos caiga bien o no), forma parte de la historia de Europa, y no sólo en el terreno del cine. A la espera de que llegue el próximo giro inesperado de guión, su vida con todos sus aciertos y errores ha hecho de él una constante incógnita en la que decidir entre héroe o villano. Algo de lo que el director se ha valido para crear algunas de las películas más fascinantes de la historia del cine de Hollywood y el  viejo continente.

Deja un comentario

Archivado bajo Roman Polanski